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La fiebre del oro: el saqueo continúa

  • David Betancourt, LL.M.,LL.M.
  • 13 abr 2016
  • 4 Min. de lectura

Hay una palabra anglosajona que representa muy bien el estado actual de cosas de la civilización y el modelo económico neocolonial, y que es utilizada a diario por críticos del sistema imperante, irresponsable e insostenible: la palabra es "plundering" o saqueo en castellano.

El lector ya estará imaginando a donde voy con esta introducción. Sí, es la fiebre neoliberal por la acumulación a toda costa, por vivir en una especie de estado de ilusión, en el cual pensamos que el crecimiento económico ilimitado es posible sin respetar los límites de la tierra. Como si nuestras acciones no tuvieran consecuencias para las generaciones futuras, quienes son las llamadas a corregir nuestros errores y salvarnos de la barbarie y de la soledad del mundo de las aplicaciones digitales y el amor a las voces de las nuevas tecnologías.

En nuestro país hay una tendencia a conservar y crear instituciones extractivas, que desde la colonia se han encargado de alejarnos de la creatividad y la innovación, para condenarnos a una especie de tortura cotidiana donde los ciudadanos, cada vez más alejados de la democracia, soportan representantes políticos incapaces de trabajar por soluciones colectivas y de servicio público que se abandonan a los intereses foráneos por lo que sea, perpetuando un sistema que privilegia los derechos de los que vienen con un programa neoliberal para satisfacer su fiebre del oro. (Todos sabemos que la fiebre del oro de hoy es el agua, y los recursos naturales que aun satisfacen las grandes demandas de los actuales imperios económicos transaccionales).

Desde hace varios años una multinacional americana tiene un plan ambicioso para controlar la vida a través de lo que comemos. Ya controlan las semillas de maíz. Ahora quieren tener patentes en todo el mundo para controlar a los cerdos. Sí, a ese animalito tan rico en proteínas y que en Colombia consume a diario. La globalización ha incrementado las desigualdades en países pobres, contrariando a los ideólogos dogmáticos creadores del sistema de ilusiones, a los perpetuados desde el saqueo a través de formas inmateriales de sometimiento y de control.

Muchos académicos hablan hoy de la necesidad de introducir reglas internacionales vinculantes y obligatorias para las violaciones de derechos humanos, como consecuencia de las acciones irresponsables de algunas multinacionales en países como el nuestro. Lo que hay es muy precario, lo existente en la OIT, Naciones Unidas o en la OECD obedece a lo que en derecho internacional se conoce como "voluntarismo". Es decir, los países siguen siendo libres para a aplicar o no dichos estándares.

¿Debe la sociedad civil soportar en silencio y apatía esta situación? Si bien no es fácil hacer contrapeso a estos grupos de intereses cínicos organizados y blindados, en ciudades como Bruselas (capital Europea del cabildeo de las Multinacionales) muchos hablan hoy de una especie de tecnocracia europea que anula toda luz de democracia participativa. O en Washington donde varios economistas americanos famosos han hablado del fin de la democracia y el inicio de una especie de plutocracia o gobierno de las multinacionales sobre las minorías.

La sociedad civil tiene el deber de actuar de forma organizada y pacífica para decidir el modelo y la forma de vida a futuro. No de manera impuesta de forma tácita desde el exterior, al final es cuestión de libertad para decidir hasta la forma de vivir, como decía Gabo.

En Colombia mucha gente ha sido privada de su libertad por muchas razones difíciles de comprender en otras coordenadas, pero ahora hay una oportunidad real para construir la paz estable y duradera y la reparación real, con los tres elementos de verdad, justicia y reparación a los casi 6,7 millones de víctimas recientes de la intolerancia y las desigualdades históricas en el territorio.

Llegó la hora de entrar al juego, y construir entre todos como responsables del futuro. Todos debemos pagar, o mejor, contribuir desde nuestras acciones y pensamientos cotidianos a este noble y necesario fin. La directora del programa de víctimas durante el foro de la APE sobre quién financiaría el conflicto, habló sobre cómo hasta un taxista se había ofrecido sin ningún interés a participar como payaso para darle un rato de felicidad a un grupo de niños desplazados. Otras empresas han decidido ser más activas y emplear personas desmovilizadas en condiciones dignas. Ahora la pregunta es: ¿Qué debe hacer el gobierno para materializar las reformas estructurales que respondan a las necesidades de justicia del pueblo para la implementación de los acuerdos en el posconflicto? Ya decía el poeta Johann Hölderlin: “Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, se ha construido su infierno”.

No hay que esperar al 2015, desde ya se debe tener clara la hoja de ruta, nos falta mucha planeación de largo plazo, proyecto de país. Ahora que hay una meta compartida debemos aprovecharla, hay que crear empleo real como alternativas al conflicto. Por ejemplo el cacao colombiano, que tiene mucha demanda hoy en los mercados internacionales, o la quinua y los productos orgánicos libres de GMOs y naturales. Sin duda la pregunta más importante hoy es: ¿Qué estás dispuesto a sacrificar para construir esa paz estable y duradera?

http://ape.com.co/blogape/item/791-la-fiebre-del-oro-el-saqueo-continua


 
 
 

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